El cementerio protestante inglés

Hoy lo he visitado. Supe de su existencia de un modo casual. Conocía su ubicación aproximada, en el barrio de Cazoña, en Santander. Pese a preguntar a algunos conocidos, no supieron darme una respuesta precisa. Lo localicé vía satélite, a través de “google earth”,  pero seguía sin verlo físicamente, pese a haberlo acotado bien.

         Esta tarde aparqué el coche en la calle principal del barrio y me dirigí allí, a pie. Ya no había dudas, allí estaba sus muros de piedra, rodeados de árboles, aislados entre bloques de pisos.

         Finalmente llegué a mi destino. Una placa en la entrada lo deja bien claro: Cementerio Protestante Inglés, año 1864. No pude entrar. La verja, en  hierro forjado,  cerrada con un candado, me impedía el paso, pero no la vista de una veintena de tumbas en tierra. Cuatro anclas rodeaban un monolito en el centro del jardín funerario, seguramente en reconocimiento a antiguos marinos.

         El silencio invita. Apoyado en la verja, con mi vista en el interior, rodeado de árboles – plátanos y pinos – , experimento la agradable sensación que me transmiten la frescura del aire y los gorjeos de los pájaros , difícil de imaginar en las calles aledañas, a tan solo unos metros. Siento sosiego y respeto. Es un pequeño lugar, minúscula ínsula que conserva el tratamiento que merecen quienes aquí descansan.

         Sentí encontrarlo cerrado, pero ahora me alegro de ello. No podría ver más, puesto que lo veo todo. Las dimensiones son tan pequeñas que realmente me siento dentro. Este límite físico lo entiendo como respeto a su descanso y como defensa frente a los vándalos impacientes.

         ¡Por fin he conocido este rincón tan peculiar!

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