Una cerveza, por favor.

¡Pues, que se vaya! Ahora estoy fregando las tazas. Si, ya sé que lleva quince minutos esperando, pero aún no he terminado. Y si mi compañero no acude ¿por qué habría de ir yo? Además, aquí la gente está  muy mal acostumbrada, no sabe esperar. Si viene a tomar una cerveza es que tienen tiempo para ello, que espere, pues. Les quisiera ver en mi país a estos impacientes. Allí no siempre hay cerveza, o no está fría, o no existe la marca que ellos suelen tomar. Pues a aguantarse, que no es para tanto.

Tanta prisa, tanta prisa. ¿A dónde van con tanta prisa? Menos correr, que no van a llegar a ninguna parte. Es que son muy señoritos y, además, tan estirados… Si en mi mano estuviera se iban a enterar. Viven bien, no les falta de nada, sus hijos son unos caprichosos, no valoran lo que tienen. No lo puedo aguantar. Es demasiado para mí. Mis pobres padres están tan lejos… Deseo enviarles mucho dinero para que vivan mejor. Con lo que gano aquí en un mes, allí viven varios, sin problemas. Pero no les puedo transferir mucha plata. La vida está cara y apenas puedo ahorrar. No me pagan demasiado, el salario mínimo interprofesional. La ley no les obliga a pagarnos mayor salario, pero me vendría muy bien. Y este jefe no me gusta nada. No es nada delicado cuando me pide que haga alguna tarea. No tiene modales atentos ni sabe pedir las cosas por favor. A mí me duele, soy una persona educada y delicada, y eso me hace daño.

Ah, el señor se ha marchado. ¡Otro más! No, si no hay  ni paciencia ni educación. Así no pueden ir bien los negocios. Tendrían que educar mejor a los clientes, en la familia y en la escuela. Así no se sale de la crisis ni se levanta una economía. Si a mí me dejaran, yo propondría mejorar la atención a los clientes y el trato a los camareros.

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