Glooc, glooc, glooc.

Glooc, glooc, glooc. Pensé que me ahogaba. Uf, no podía más. Han sido los momentos más angustiosos de mi vida. No creí que fuera a salir. No veo a mis compañeros de patera. No veo nada. La oscuridad me rodea, el frío me invade y el miedo asoma con toda su fuerza.

¿Qué ha pasado? Todo iba bien, las predicciones eran buenas, cabíamos todos, incómodos, pero contentos de poder realizar la travesía. De repente, caí al agua y los perdí de vista. Mis pulmones han estado a punto de explotar. Sin saber cómo  salí a la superficie, aterrado, jadeando, resoplando, pretendiendo introducir dentro de mí todo el aire que me había faltado hasta ese momento. Aghgggggh!

La adrenalina me mantiene en un estado de excitación inusual. Poco a poco me voy calmando. Mi respiración se acerca en lo posible al ritmo normal. Controlo mis movimientos para no agotarme y tomo conciencia de mi situación. De momento, sigo con vida. Ahora quiero saber qué ha sido de mis compañeros de viaje.

Resulta imposible ver nada. No sé dónde estoy ni a dónde dirigirme. Me las prometía muy felices, tanto tiempo ahorrando para este viaje y estoy ahora en medio de ninguna parte. Mi familia no sabe que emprendí este viaje. Casi nadie lo dice, sencillamente desapareces. Ya se imaginan que te has ido. Hace años que este proceso resulta imparable. Nos dicen que no vengamos, que no hay sitio, que no nos tratarán bien. Será verdad, pero quienes dicen eso no vienen a nuestro país, sencillamente no nos quieren en el suyo.

Glooc, glooc, glooc. Me canso, la soledad se hace patente. No pretendo encontrar a nadie, tampoco me siento capaz de encontrar la salida en este laberinto de Skinner. Tan sólo pretendo seguir con vida, aunque no sepa por cuánto tiempo. Mi meta es sobrevivir. Hasta hace poco era vivir mejor en un país próspero. Ahora solo pretendo seguir vivo, si es que las fuerzas no me fallan. Necesito economizar mi energía, ralentizar mis movimientos, normalizar mi respiración, controlar mi ansiedad sin entrar en pánico. Nada más y  nada menos. ¡Qué abandonado me siento!

Me he quitado el calzado pues su peso dificultaba mis movimientos. No me preocupo de nada más que de mantenerme a flote. Afortunadamente, yo sí sé nadar. Desafortunadamente, mis fuerzas son limitadas. Mi mente me ayuda, confío en que sea suficiente. ¿Qué es esto? Ahh, qué horror. No sé quién es, pero seguro que venía en la barca de plástico. Está inmóvil y me siento aterrado. Es más joven que yo.

Glooc, glooc, glooc. No puedo llorar, solo vivir. Me he topado con otros dos. ¡Qué horrible! Me agarro a uno de los cuerpos, lo suelto. Debió pincharse el plástico de la barca. Nos dijeron que era seguro, que muchos habían realizado la travesía sin ningún problema. Nosotros no. ¿Se habrán ahogado todos? ¿Me encontraré con alguien tratando de sobrevivir? ¿Seguirá flotando la patera?

Glooc, glooc, glooc. Me fallan las fuerzas. Tengo frio. Me duele la cabeza. Los músculos se me entumecen. Los calambres asoman.

¿Nos estarán buscando los voluntarios de Salvamento Marítimo? ¿Habrá cerca algún pesquero que nos recoja? ¿Será cierto que algunos países no permiten que dichos barcos nos lleven a puerto? ¿Qué no nos admiten? Mi energía desaparece por momentos.

Glooc, glooc, glooc. Mantengo mis esperanza en el ser humano. Me hace suportar todas las penalidades. No sé de donde saco las fuerzas pero lo hago, si bien cada vez tengo menos.

Glooc, glooc, glooc.

Últimos artículos