Javi Peña supone la historia de una superación permanente. Su decisión de vencer las dificultades ha sido una constante en su vida. Perder la visión hace más de treinta años no iba a impedirle seguir su camino, pero todo tiene un precio. Dejar de ver fue el mazazo inesperado, la ceguera total, la señal de no hay salida, imposible de asumir. Cayó en shock, la incertidumbre pasó a ser el mapa de su vida y la depresión surgió como respuesta a semejante frustración.  Pasó dos años y medio encerrado en su casa, saliendo lo estrictamente necesario y siempre en compañía de su esposa.

            Ni me imagino cómo hubiera reaccionado yo ni cualquiera de mis conocidos. Hundirse es algo natural, necesario e imprescindible para, una vez tocado fondo, poder salir a la superficie y seguir luchando. Y eso es Javi, un luchador.  Todo el entrenamiento anterior parecía no servir, sin el sentido de la vista creyó imposible hacer vida normal. Pero supo escuchar y acudir al lugar adecuado. En 1994 se afilió a la ONCE y comenzó su entrenamiento y aprendizaje de la mano de esta organización: Braille, trabajos con madera para desarrollar el tacto, clases de cocina, fútbol, orientación por las calles con bastón, desarrollo los otros sentidos para suplir la ausencia de visión, etc. Nunca le faltó disciplina, interés, fuerza de voluntad ni sentido del humor durante su entrenamiento, pasando al final del mismo a ser vendedor de cupones de la ONCE.

            El siguiente paso fue solicitar un perro guía. No todos los ciegos lo solicitan, suelen hacerlo aquellas personas que son muy inquietas, viajeras, que tienen muchos y variados intereses y desean vivir una vida lo más plena posible. Y aquí tenemos a Javi, ¡cómo no! solicitando un perro guía. Ya ha tenido tres, siendo una vida de unos diez años aproximadamente. Hoy ha decidido escribir este libro, dedicado a su querido Gaynor, su segundo perro, el perro. “Emociones de un binomio. Mi otro yo y los ojos de mi perro”. Excelente título, que nos adentra a ese mundo de tinieblas exterior, pero iluminado con la esperanza en su interior.

            Javi nos habla es de sí mismo, de Gaynor, del centro de entrenamiento de perros guía, de las familias de acogida de dichos perros, de la ONCE, de sus nietos y demás familiares, de sus viajes en coche, tren o avión, dentro y fuera de nuestras fronteras, de sus anécdotas agradables y de aquellas que no lo son. A través de cada experiencia emana agradecimiento a la vida, simbolizado en Gaynor, con quien disfruta, se ríe, se enfada, cruza de una acera a otra, se baña en la playa, le peina y baña a diario, llama por teléfono preguntado por él cada día cuando no puedo llevarlo en algún viaje.

            Este libro constituiría el trabajo final de un curso de escritura terapéutica. En casi doscientas páginas Javi se desnuda sin miedo alguno. Eso ya quedó atrás. Expresa sus sentimientos con toda claridad, por su necesidad de hacerlo, esa es la base del libro. Agradece a la ONCE todo cuanto ha recibido de esta organización. Proclama a los cuatro vientos cómo esta corporación ha  mejorado – y continúa haciéndolo– la calidad de vida de las personas ciegas, con restos visuales o con discapacidad, de toda España.  Nos explica con claridad qué es un perro guía, cómo se entrena, qué es una familia de acogida, qué cuidados necesitan, qué documentación debe llevar permanentemente su dueño.  Reivindica de un modo contundente sus derechos como ciego, los de su perro guía y los de todos los ciegos en España, protegidos por nuestra legislación, no dudando en denunciar conductas contrarias a la ley cuando sufre abusos o merma de sus derechos.

            Pero el corazón del libro está dentro del peludo Labrador Retriever, de color claro, de quien se enamoró su dueño y a quien sigue estando agradecido. El otro corazón, el de su dueño, sigue palpitando de amor y amistad cuando nos comenta su porte al andar, el color de su pelo, con cuánto cuidado le peinaba y lavaba, cómo le oía cojear y acudía al veterinario, las perrerías que se hacían mutuamente, sus lágrimas cuando envejeció y confundía la derecha con la izquierda y dejó de reconocerlo. Todo ello destila amor a raudales, agradecimiento y preocupación por el ser humano, haciendo visibles a quienes no pueden ver.

            Gracias por por compartir tus sentimientos con nosotros, Javi. Por hacernos reír y emocionarnos con el cuadrúpedo robapelotas ligón de Torrelavega, por hacernos testigos de vuestra especial reedición de la amistad entre el hombre y el perro, y por permitirnos ser testigos de tu vida.