Comienza un nuevo curso. Los profesores tienen claustro, deben ser reuniones entre ellos. Aún no tengo los libros, pero tengo ganas de saber cómo son, al menos por fuera. Una vez que los abra ignoro si me gustará su contenido. Ya no se forran, con lo agradable que es acariciar el plástico y lo bien que quedan, lo malo es cómo se estropean con el tiempo y cuán pegajoso queda todo, aparta de lo que contamina.
¿Quién me dará clase este año? ¿Tendré tutor o tutora? ¿Las clases serán al norte o al sur? Según donde sea cambia mucho la luz, el calor o frío y la humedad. Creo que hay director nuevo, el del año pasado se fue a otro centro. Demasiadas novedades. ¿Habrá agua caliente en el gimnasio?
No sé si podré con este curso, dicen que es difícil. Ya veremos. Allí veo a Pedro, voy a acercarme a hablar con él un rato, no lo veo desde junio. Le hablaré de mis vacaciones, a ver qué me cuenta él.
Bueno, no ha estado tan mal la primera parte de la mañana. Se me ha pasado rápido. Faltan algunos compañeros, ya no volverán, los echaré de menos. Los profesores han estado bien, agradables, diciendo todo lo que esperan de nosotros este curso y la responsabilidad que tenemos. Vamos, lo de todos los años.
Salgo al recreo, fuera del instituto. Quiero echar un cigarro y esperar a que mi nieto me traiga el bocadillo.