La tacita de té

Finalmente encontré la tacita de té que me encargaste. Recorrí todas las tiendas de la ciudad. Abrí todas las cajas, bajo la atenta supervisión del vendedor, para asegurarme de que el dibujo de la taza que figuraba en el exterior, se correspondía con la que se encontraba dentro de la misma. Algunos se enfadaron conmigo, como si dudase de su palabra.

Finalmente, hallé lo que buscaba con tanto entusiasmo. No me lo podía creer: ante mis ojos se encontraba una  auténtica taza de porcelana Limoges, junto a su plato, decorados con guardas y ramilletes en todo, pintados a mano sobre fondo azul y una linda escena de querubín en primer plano. El interior en oro y en azul cobalto en la parte no decorada por las figuras. No es una taza redonda sino que tiene cuatro hendiduras, cual punto cardinales, y entre cada dos de ellos asoma un pequeño vientre hermoso. La belleza de lo inesperado.

Resulta de mal gusto hablar del coste. Lo dejaremos para cuando nos veamos. Eso sí, tengo que decirte que aún no sé cuánto tardaré en volver. En el segundo aeropuerto me han retenido. Debe de tratarse de una confusión. Es una taza antigua pero no pertenece a la realeza.

 

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