Una bolsa de caramelos

– Si, me gustan los caramelos. Pero tú no, imbécil. ¡Toma!
– Pero, ¡ niña! Ahora mismo llamaré a la policía.
– ¡Que te den!

Y así quedó la cosa. Sin más. Se marchó con su amiga. Salían enfadadas. No les gustaba cómo les trataba el tendero. Estaban hartas. Le tiró a la cara el paquete de caramelos.

Se lo tenía merecido

Llevaban un rato caminando cuando oyen una voz desde un coche.

– Niña, ven aquí.
– No.
– He dicho que te pares.
– No me da la gana.
– No me hagas detenerte. Para y quédate ahí.

Cinco coches de policía llegaron en ese momento. Al no obedecer al agente, éste se lanzó sobre la muchacha, tirándola al suelo y quedándose sobre ella. Como se resistía, otro compañero vino a ayudarle. Entre los dos la cogieron de los brazos y la llevaron arrastrando hasta introducirla en el coche. La detención quedó realizada.

Su amiga grabó todo con el móvil y lo publicó en las redes sociales. En este momento se está divulgando en las televisiones de todo el mundo, consiguiendo el rechazo generalizado por la forma de actuar de la policía norteamericana.

No es la primera vez que sucesos como este se repiten. ¿A quién corresponde poner sentido común en las actuaciones policiales? ¿Quién controla al controlador de la policía? Y así ¿hasta cuándo?